El Proceso de Construcción

Proceso de Construcción
Aplicando la metodología que utiliza la Arqueología de la Arquitectura se han identificado hasta cuatro fases en el desarrollo del proceso constructivo de la ermita de San Miguel, cubriendo un dilatado marco temporal entre la Edad Media (el siglo XIII) y la Edad Moderna (siglo XIX).
 
La FASE I comprende la construcción del edifico románico en la primera mitad del siglo XIII. un templo de pequeñas dimensiones, ábside semicircular diferenciado en altura y anchura y una sola nave que combina paramentos de sillería nueva de cantera con otros realizados a base de encofrados de cantos y mortero. Puede llamar la atención el uso conjunto de estas dos técnicas constructivas pero, en realidad, teniendo en cuenta que lo más probable es que las tongadas de encofrado fueran enlucidas, importaba bien poco si los paramentos se realizaban de esta forma o mediante mampostería, técnica, por otra parte, bien documentada en templos de este periodo. Las actividades principales de esta fase son: la construcción de la portada en sillería (hoy desaparecida), la construcción del ábside en sillería y la construcción de los muros de la nave del templo empleando la técnica de encofrado.
La FASE II representa un reforma del lienzo sur, llevada a cabo poco después de la construcción del edificio, muy posiblemente a finales del siglo XIII o en los primeros años del siglo XIV. Las causas que pudieron motivar esta reconstrucción parcial seguramente responde a graves problemas estructurales que afectaron a los sillares situados entre el ábside y la portada. De hecho, las fábricas de sillería que originalmente debieron estar unidas fueron cortadas, quizá por un derrumbe que acabaría impulsando la reforma. El hecho de que esta zona se reformara a base de encofrados mostraría sustancialmente la voluntad de los promotores de aprovecharse de la solidez estructural de esta técnica constructiva, más que una limitada capacidad de movilización de recursos por parte de éstos. En esta reforma, por tanto, habrían primado motivaciones de carácter práctico por encima de valores estéticos de regularidad. El empleo de idénticas técnicas de encofrado, así como la reutilización  de  los mismos  ladrillos  identificados en la primera iglesia evidenciarían el breve  lapso  de  tiempo  que  separa ambos momentos constructivos.
 
La FASE III implica una reconstrucción de la iglesia durante los siglos XVI/XVII, debido a la destrucción de la parte superior de los lienzos de la nave. Esta obra no emplea sillares o tongadas de encofrado, sino que aplica una mampostería de escasa calidad técnica. De hecho, se emplean mampuestos de enorme heterogeneidad en su forma y tamaño unidos con gran cantidad de argamasa, entre los que se insertan sillares reutilizados de la primera iglesia. No ha sido posible determinar si esta destrucción se produjo debido al abandono de la iglesia o a causas violentas coyunturales, como un incendio. Del mismo modo, y asumiendo la segunda hipótesis, tampoco podemos determinar si tras la ruina se procedió a la reconstrucción inmediata del templo o si, por el contrario, pasaron varias décadas durante las cuales el lugar estuvo abandonado.
La FASE IV supone el desarrollo de un importante programa decorativo pictórico en el interior de la nave y el ábside en los siglos XVI o XVII. Todas las pinturas conservadas presentan el mismo motivo tratando de imitar con un grueso trazo en rojo una disposición homogénea de sillares, hallándose en el interior de cada uno de éstos un círculo blanco con otro rojo más pequeño en su interior. Su relación de posterioridad respecto a la reconstrucción de la tercera fase, desde un punto de vista estratigráfico, resulta indudable, aunque bien pudieron haber sido dos acciones constructivas pertenecientes a la misma obra, aunque se hayan considerado como una fase constructiva independiente.
 
 
Tras esta última intervención, en un momento indeterminado del siglo XIX, la ermita acabó abandonándose (posiblemente como consecuencia primero de los actos de expolio llevados a cabo durante la Guerra de la Independencia y después a causa del decreto de Desamortización de 1836), iniciándose un proceso de destrucción y expolio mantenido hasta época no muy lejana y que en la actualidad se ha revertido con su consolidación y su recuperación como referente cultural para la villa de Sacramenia.